Estimados compañeros:
Es verdad que vivimos en el siglo del conocimiento, ya que el avance de las tecnologías de la información y la comunicación ha rebasado todas las fronteras.
Es verdad que vivimos en el siglo del conocimiento, ya que el avance de las tecnologías de la información y la comunicación ha rebasado todas las fronteras.
Por ejemplo: ahora a través del internet y de las redes sociales es posible que muchos ciudadanos de este país y de otros que viven sin libertad de expresión, suban a la red la verdad de los hechos que están viviendo. De igual manera, los conocimientos técnicos, científicos, tecnológicos, sociales, culturales, etc., están disponible para todos los que los busquen.
Ya quedó atrás el tiempo en que los conocimientos solamente los podían tener ciertas personas, los maestros, los sacerdotes, las iglesias, los países desarrollados, etc., con ello había manipulación de conciencias, ignorancia, abusos del hombre por el hombre, pensamientos y formas de vida primitiva, etc.
Por ello, los docentes debemos evolucionar en nuestra práctica docente, y aceptar que actualmente las escuelas no son islas, sino que formamos parte de esa red de sitios en los cuales actualmente se pueden obtener conocimientos. Hay que entender que las formas de comunicación han evolucionado y que nosotros lo debemos hacer también,
El compartir los conocimientos es una acción de amor al ser humano. Es la oportunidad que tenemos de dignificar nuestra existencia, con obras y hechos, ya que es digno de un corazón agradecido darle gracias a Dios por todo lo recibido, y una de las mejores maneras de hacerlo es compartiendo lo que uno tiene y sabe. Nuestra naturaleza divina nos permite a través de nuestro espíritu razonar, discernir, crear, descubrir, generar, etc.; por ello, es cierto que las barreras del conocimiento son de actitud. Si no hay voluntad, si no hay disposición, si no es congruente lo que decimos y lo que hacemos como maestros, formamos parte de una educación deshumanizada, indiferente, mezquina.
El software libre es un ejemplo de la generosidad del ser humano; y vive y crece gracias a las aportaciones voluntarias de quien participa en el.
Hagamos a través de nuestra actividad docente, una educación generosa.
Hasta luego.